El Día Después: Un Remake de “La Cortina de Humo”

Las elecciones estadounidenses del 3 de noviembre fueron las más esperadas en toda la historia. Y las más peligrosas.

Frank Escandell
10 min readNov 4, 2020
Foto de manifestante con un bandera de EE.UU. al revés (signo de auxilio) cerca de un edificio en llamas en la ciudad de Minneapolis. 29/05/2020 (AP Photo/Julio Cortez)

¿Alguien recuerda aquella magnífica película “La Cortina de Humo” ( Wag the Dog) del año 1997 con Robert DeNiro (Conrad Brean) y Dustin Hoffmann (Stanley Motss)? Sí, aquella película que le sacó los colores al segundo mandato del entonces Presidente Bill Clinton, al filo del Escándalo Lewinski y un repentino ataque aéreo en Sudán.

“La Cortina de Humo” es una genial comedia sobre un asesor de La Casa Blanca que contrata a un productor de Hollywood para crear una guerra contra Albania, levantando así una cortina de humo para tapar un presidencial delito de estupro.

Al oír hablar en vivo, y sin la edición extemporánea, non petita o sesgada en los medios españoles, a los dos principales candidatos a la Casa Blanca, queda esa sensación de la cortina de humo. Uno ha permitido que se alargue un conflicto social en las calles y ha gestionado fatalmente la pandemia de COVID-19; el otro, un político de carrera, sin pena ni gloria, con demencia senil y que podría durar muy poco en la presidencia, de ser elegido.

Esta cortina de humo se cierne sobre una posible catástrofe social de raíz en los Estados Unidos, que lleva tiempo gestándose, que unos han ignorado y que otros han enardecido deliberadamente. No, esto no es ninguna conspiración, siga leyendo estimado lector.

Muchos estadounidenses, así como la inmensa mayoría de europeos y latinoamericanos, y especialmente el Partido Comunista Chino, piensan que una victoria de Joseph R. “Joe” Biden les traerá de vuelta a la calma, al business as usual del orden mundial liberal que Trump desafió; que Biden, como si fuese una figura salvífica, llevará a una nación hendida por el crimen desatado por protestas en principio pacíficas, y desvergonzadamente infiltradas por terroristas de casa, más los habituales delincuentes, amantes de lo ajeno y presas del odio étnico.

La gran mayoría de medios comunicación — aquellos que Trump se echó de enemigos en el año 2016 — y sus socios en Europa correrán a declarar que la paz ha regresado y que toda la culpa ha sido de Trump. ¡No tan rápido! La retórica autoritaria que distingue a Trump — la cual ha sido esencial para ‘hablar el mismo idioma’ que ciertos gobiernos en Oriente Medio y el Lejano Oriente — no es el problema de raíz. Así lo sugiere la evidencia.

A Partir de Hoy

Leyendo un artículo de Leonard Pitts Jr. en el Miami Herald (1) de junio de 2020, uno se lleva la sorpresa de que los Estados Unidos está abocado al abismo. Y no es lo que un solo periodista ha escrito.

Hace diez años, en 2010, el antropólogo y matemático estadounidense Peter Turchin, Profesor de Evolución Cultural en la Universidad de Connecticut — y sobre cuyo trabajo no se ha oído nada salvo en algún think tank especializado en España — publicó un artículo en la revista Nature (2) que le valió hasta la burla de muchos de sus colegas; en el mismo, el profesor Turchin ponía puntos sobre las íes en cuanto a los factores probados cuantitativamente, que en 10 años detonaría un conflicto social de grandes proporciones en Estados Unidos.

Una de las observaciones que Turchin hizo es inusitada: “ No deberíamos expander nuestro sistema de educación superior más allá de la capacidad de la economía para absorber graduados universitarios. “ Es exactamente parte de lo que estamos presenciando, también en otras partes de Occidente.

Pues bien, el profesor Turchin fue entrevistado y ‘reivindicado’ por la revista Time (3) en junio de este año, 2020. El modelo estadístico mostró que la turbulencia social y económica en los Estados Unidos llegaría a su punto de ebullición sobre este año. Para los amantes de las teorías de la conspiración, especialmente la que llaman “ Plandemia “, este modelo no contemplaba ninguna pandemia. Tampoco al explosivo Trump como presidente. La pandemia de COVID-19, eso sí, ha tenido un efecto exponencial.

A Turchin se ha unido Jack Goldstone, Decano de la Facultad de Ciencias Políticas en la Universidad George Mason. Fue también hace diez años, en 2010, cuando el Decano Goldstone cobró fama mundial con un ensayo en la revista Foreign Affairs (4); ha sido un consultor incluso de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) (5).

Goldstone ha llegado a referirse sobre la Guerra Civil de los Estados Unidos (1861–1865) como la “primera”, temiendo que estemos ante una “segunda”, 155 años después. Tanto Turchin como Goldstone, han presentado y diseñado una actualizada forma de medir la inestabilidad política.

Lo que se desprende de semejantes estudios y publicaciones, realizados por semejantes currículos profesionales y académicos, es que el más explosivo elemento de esta mezcla es y ha sido la desigualdad. Nos debe surgir entonces la gran pregunta, ¿qué es exactamente la desigualdad? Y la pregunta que empieza generando el ya tan frecuente rancio debate ideológico es, ¿con qué parámetros medimos la desigualdad?

En Estados Unidos, la pandemia ha acelerado un proceso que ya estaba allí, y ha afectado a todas las personas por igual. El reclamo de que la COVID-19 ha afectado sólo a ‘la gente de color’ es populismo barato. Esta es otra circunstancia más por la que el “europeo-americano” o “blanco” pobre y sin educación superior, al sentirse desplazado, va y atiende a quien le tiende la mano. Adivina, adivinador. La pobreza, tanto económica como informativa, sí que es un factor determinante. Eso no acabará con ninguno de los dos candidatos habiendo sido elegido presidente.

Sea como fuere, todas las explicaciones habidas sobre desigualdad — y mucho peor sobre la ‘igualdad’ — llevan a Roma: terminan todas fomentando la desconfianza y el resentimiento, así como socavando a unas instituciones que en última instancia dan ‘una de cal y otra de arena’.

Turchin ha desarrollado ese modelo estadístico, basado en el trabajo de Goldstone (6), y se traduce como Indicador de Tensión Política (PSI por sus siglas en inglés). El modelo incorpora datos sobre el estancamiento salarial, la pérdida de valor adquisitivo, la deuda pública, la gentrificación, la estructura generacional de la población, la competencia de élites (7) y la desconfianza hacia las instituciones.

Politics, Ages of Discord, and the Merits of The Fourth Turning

El PSI de Turchin pronostica un perturbador futuro para Estados Unidos. Las soluciones políticas, o más bien, los trabajos de parches o medidas tradicionales no resolverán, ni allí ni en ningún sitio de Occidente, los problemas de raíz.

Modelo del PSI (Peter Turchin — Jack Goldstone)

El racismo — que sí es cierto que existe — es usado por organizaciones repletas de jóvenes graduados desempleados y endeudados, especialmente en estudios relacionados con la Teoría Crítica (8) y cuyos detractores llaman por el mote ‘Grievance Studies’ (estudios de agravios). Hemos mencionado antes que Turchin había indicado que esto era un verdadero problema.

Ese racismo, por la otra parte, le ha dado razones de existir a grupúsculos de extrema derecha verdaderamente racista, que eran menos que marginales antes del año 2014. La muerte de George Floyd, a manos de un desalmado con uniforme de policía y como un ejemplo, es una mancha en la conciencia de la historia de un país, y en la conciencia de quienes le han usado para su estratégica demolición de Occidente.

Hace más de 25 años este autor leyó una de esas novelas de ficción política que son evangelio entre estos grupúsculos. Aunque no se menciona, ni se mencionará en ningún medio acreditado. La novela se titula The Turner Diaries ( Los Diarios de Turner) y su línea argumental es rabiosamente racista y antisemita, siendo la obra que inspiró a Timothy McVeigh para cometer el brutal atentado de Oklahoma City en abril de 1995 (9). Hemos de confesar que como novela es muy buena, y pone a prueba las ideas de quien la lee.

La semejanza con la novela sobre los enfrentamientos armados que se han producido entre facciones ‘Antifa’ y milicias de extrema derecha o incluso los antidisturbios, por ejemplo, tanto en Portland (Oregon) como en Kenosha (Wisconsin), es simplemente terrorífico. Otro ejemplo es el intento fallido de una milicia de blancos tratando de entrar en el capitolio estatal de Michigan para, supuestamente, secuestrar a Gretchen Whitmer, la gobernadora por el Partido Demócrata, debido a sus políticas para limitar la expansión de la pandemia de COVID-19 en ese Estado.

Si se piensa que este virus de la violencia ideológica, animado por ciertas asociaciones, no pondrá en riesgo a aquel país — y por acto reflejo al resto de Occidente — debido a la supuesta fortaleza de esa casi antigua religión llamada “democracia” o de las instituciones que la representan o ejercen, están en un grave error. Sólo miremos a España por un momento y nos daremos cuenta.

A la izquierda, manifestantes de extrema derecha. A la derecha, miembros de un ‘escuadrón’ Antifa.

El Día Después de Mañana: ¿Un nuevo ‘Contrato Social’?

Hemos escrito “guerra civil”. Pese a que este es un fenómeno mucho más observable en países con economías menos sofisticadas, James Fearon, un politólogo de la Universidad de Stanford fue co-autor de un extenso estudio al respecto en el año 2003 (10), en el cual la pobreza era sino la principal condición para generar una violenta insurgencia.

No obstante, la mejor milicia armada en EE.UU. no superaría a la Guardia Nacional, si hubiese que restaurar la ley y el orden por la fuerza, en un país con la más sofisticada economía del mundo. El odio entre personas y colectivos que ni siquieran llegan a los extremos está servido y ese será el gran problema a superar.

Según otra escala llamada Fragile States Index (Índice de Fragilidad Estatal), diseñada por Fund For Peace, un think tank en Washington D.C., los Estados Unidos ha pasado de ser el segundo mejor en el G-7 al peor en 15 años. Eso explica y prueba que esta situación no se origina con el lenguaraz Donald Trump en la Casa Blanca.

Ahora, en los Estados Unidos, habrá que hacer un esencial ejercicio para definir realmente qué es la desigualdad — y por extensión, la igualdad — en un país en cuya Constitución no se menciona ni una sola vez a la casi antigua religión de la “democracia”, a cuyos fundadores abiertamente les disgustaba la oclocracia (11), que se definieron como un república y que es dogmáticamente federalista (12).

La Democracia no es más que el mandato de la turba.

Atribuída a Thomas Jefferson

¿Es el llamado ‘El Gran Reinicio’ del Foro Económico Mundial ese nuevo contrato social? Ciertamente habrá que esperar a qué Administración resultará electa para La Casa Blanca. Por ahora, lo que se oye es más escenografía que pragmatismo. Ese nuevo contrato social no sólo será para Estados Unidos y su liderazgo, y el rumbo que vaya a tomar el Presidente, importa y pesa demasiado.

Figura de Strategic Intelligence en la página del Foro Económico Mundial

En el idioma inglés la expresión ‘wag the dog’ — el nombre original de la película a la cual hemos hecho referencia — significa algo más que su traducción al español. Ello proviene de la expresión “the tail wagging the dog” (el rabo meneando el perro), lo cual es al revés, dando a entender que si lo ‘el rabo’ fuese más inteligente haría menear ‘al perro’.

Ladran los perros, amigo Sancho…

NOTAS AL PIE

Originally published at https://blogs.laopiniondemurcia.es on November 4, 2020.

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Frank Escandell

Landing AI & Tech for the real world / Startup Mentor & Ambassador / STS Blogger & Lecturer / Rugby Player / Likely to hae coined AIaaS